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lunes, 10 de enero de 2011

Los mejores relatos de aventuras transcurren en los mares del Sur


La Editorial Continente reeditó La tierra maldita, en la que Liborio Justo, hijo del general Agustín P. Justo, reunió en 1932 sus cuentos ambientados en la Patagonia y los archipiélagos australes, bajo el seudónimo Lobodón Garra.

En los primeros años de la década del 1930, Liborio Justo realizó una serie de navegaciones por las aguas patagónicas y antárticas en diversas embarcaciones de trabajo. Los canales y fiordos del Pacífico, el Estrecho de Magallanes, el mítico Cabo de Hornos, las islas Orcadas y Georgias del Sur lo tuvieron como testigo de las rudas tareas que se soportaban por aquellos años en esos desolados australes. Los mismos paisajes que llevaron al naturalista inglés Charles Darwin a denominar a la Patagonia “la tierra maldita”. Y ese es precisamente el título que escogió Liborio Justo para presentar sus relatos, en los que retrata con profundidad a marinos, loberos, balleneros, aborígenes fueguinos, presidiarios y otros personajes ,extravagantes a veces, rudos, siempre. Son historias de naufragios, sublevaciones, monstruos antediluvianos, cacerías de grandes cetáceos y batallas navales de la Primera Guerra Mundial, ocurridas en estos confines del mundo.
Liborio Justo, o Lobodón Garra, que es el seudónimo con el que firmó su libro, dio forma a estos relatos en 1932, cuando todavía tenía frescas las brutales peripecias que vivió que en el lejano sur. Las escribió “de un tirón” en las mesas de cafetines y bodegones del puerto de Buenos Aires y la calle 25 de mayo, como él mismo advierte en el prólogo. El seudónimo elegido no fue fortuito: “Mi madre nació en Carmen de Patagones. A mí siempre, desde chico, me atrajo la Patagonia y quería instalarme ahí. Cuando viajé, pensé que tenía que usar un nombre del lugar. Veía la posibilidad de escribir cuentos colosales. El ‘lobodón’ era uno de esos animales prehistóricos de la Patagonia. Tomé ese nombre y le agregué la ‘garra’, el ‘lobodón con garra’”, explicó muchos años después en una entrevista que dio al cumplir 75 años este genuino representante de la mejor literatura de aventuras.
“Cuando terminé de leer La Tierra Maldita me pregunté con reproche: ‘¿pero cómo, recién hoy, a los 83 años de edad, he leído esta verdadera joya de la literatura argentina?’”, escribió el historiador Osvaldo Bayer en el prólogo a la reciente duodécima edición de los relatos de Garra, presentada por el sello Continente. Y continúa Bayer: “A medida que avancé en la lectura de los relatos creí volver a leer el Herman Melville de Moby Dick y su ballena blanca. Pero lo que en este autor gocé en cincuenta páginas, este Liborio Justo me lo entrega en cuatro. La misma sensación. Profundo arte en el misterio. Las brumas del terror.”
La de Liborio Justo es de por sí una vida de aventura: nació en Buenos Aires en 1902 y falleció en 2003, a los 101 años. Su vida tuvo una inusual intensidad como viajero incansable, lector, escritor, periodista, fotógrafo, militante político de izquierda y analista profundo de la Historia argentina. Hijo del general golpista Agustín P. Justo, que ocupó la presidencia argentina entre 1932 y 1938, Liborio rompió con sus lazos familiares y sociales aliándose a la izquierda, en la cual participó activamente durante las décadas del 1930 y 1940. Escribió innumerables folletos y artículos para las revistas de la época, a menudo ilustrados con sus propias fotos.
La tierra maldita fue su primer libro de ficción, con el que ganó el primer premio de un concurso literario organizado por el Café Tortoni en 1932. Presentado con el seudónimo de Lobodón Garra; grande fue la sorpresa del jurado al enterarse de que habían otorgado el premio al hijo del entonces presidente de la República.
En 1928, el joven Liborio realizó una larga travesía en la que recorrió los lagos y las estancias de la región cordillerana de Neuquén, Río Negro, Chubut y el sur chileno. Dos años después, se embarcó en Montevideo a bordo del Orduña, de la Pacific Steam Navigation Company, rumbo a Tierra del Fuego, con escala en Malvinas. Al arribar a Punta Arenas, continuó a bordo del Porvenir, un pequeño escampavías chileno que patrullaba los canales fueguinos, hasta la isla Navarino y el Cabo de Hornos. De regreso a Punta Arenas, siguió viaje en el Pilar, de la Compañía Braun y Manchard, con destino a Bajo Pisagua y Puerto Montt, por los canales Smith, Sarmiento y Messier, sobre el Pacífico Sur. Su sed de aventuras lo llevó a emprender un nuevo viaje en 1932 desde Buenos Aires, a bordo del ballenero Días, de la Compañía Argentina de Pesca, rumbo a las Orcadas del Sur y las factorías de la isla Georgia del Sur, donde participó de excursiones de pesca de ballenas y cacería de renos.
Sus sobrios cuentos, de una prosa tan ajustada como precisa, resultan de ineludible lectura para los amantes de los relatos de aventuras. Si es cierto que la literatura básicamente consiste en narrar viajes y muertes, La Tierra Maldita es un ejemplo cabal de la mejor ficción aventurera. Y, aunque cueste creerlo, es argentina.

Publicado por: Tiempo Argentino.

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