Daniel Barenboim dirigió la Orquesta West-Eastern Divan ante unas cincuenta mil personas.
"Esto es lo más importante que he hecho en mi vida", dijo ya varias veces Daniel Barenboim desde que llegó a Buenos Aires en relación con la creación de su Orquesta West-Eastern Divan. Y cualquiera que haya visto el concierto que ayer ofrecieron estas visitas ilustres en plena Avenida 9 de Julio no puede menos que comprobarlo. Sólo hay que ver la entrega con la que él los dirige y con la que ellos tocan, y ponen el cuerpo en cada nota.
Hay algo en el vínculo entre ellos que emociona y que va más allá de la música y así lo percibieron las casi 50.000 personas que se acercaron al Obelisco a escuchar y a ver la orquesta palestino-israelí. Con un día que parecía haberse empeñado en poner lo suyo para que todo saliera bien, la gente empezó a ocupar las 8000 sillas que dispuso el gobierno de la ciudad frente al escenario apenas pasado el mediodía. Y minutos antes de que sonara el primer acorde ya eran varias las cuadras que estaban tapadas de personas.
Pero el espectáculo comenzó bastante antes con la prueba de sonido. Fueron varios los minutos en que la joven orquesta se dedicó a afinar sus instrumentos casi al ritmo de la música pop que salía de los parlantes. Uno de los más divertidos era Misha Barenboim, el concertino de la orquesta e hijo del director. La cosa cambió apenas apareció el padre, pero no mucho, ahora era él el que hacía chistes internos a sus músicos. Saludó al público, que lo ovacionó, y lo volvió a ovacionar luego de que él mismo los arengara: "¿Eso es todo?". Y al terminar la prueba, los volvió a azuzar: "Ahora nos vamos para que aprendan a aplaudir a una orquesta como ésta". El se divertía, y la gente bramaba.
Los primeros en tocar fueron los jóvenes de la orquesta El Porvenir -integrada por chicos en situación de vulnerabilidad social- que, con la participación del violinista Pablo Agri, interpretó un puñado de tangos entre los que estaban "Libertango" y "Gallo ciego". Ellos sufrieron un poco ser carne de cañón sonoro, ya que tuvieron que soportar un par de notorios y dolorosos acoples. La gente suavizó la situación con tremendos aplausos.
Esos ajustes hicieron quizá que cuando subió Barenboim a escena con su West-Eastern Divan Orchesta, el sonido fuera impecable. Y el placer fuera extremo. Fue apenas una hora, pero alcanzó para que las miles de personas congregadas encararan el resto de la tarde con el corazón repleto de emociones. Lo mismo debe de haber sentido el propio Barenboim que no esperaba superar el número de personas que lo fue a ver, también al Obelisco, el fin de año de 2006, cuando dirgió a la Filarmónica con un repertorio tanguero, pero lo hizo. Esta vez, con dos obras maestras de Beethoven (la obertura Leonore III) y la Quinta sinfonía ), superó todas las expectativas, de números, de emociones varias. Hasta de los propios músicos, que luego de terminar el concierto se sacaban fotos entre ellos con la multitud de fondo.
"La música no es para pocos, es para todos. Este tipo de encuentros demuestra que la música no es nada elitista y, por el contrario, deja en claro su función integradora", dijo Barenboim al cierre del concierto y, agarrándolo del brazo al ministro de Cultura, Hernán Lombardi, lo incluyó explícitamente en el diálogo: "Los gobiernos, todos, en vez de lamentarse y decir que no hay plata para la cultura, deberían invertir en educación musical, acá están las pruebas, ¿no?".
Con once años de historia, la orquesta de músicos israelíes y palestinos que creó Barenboim con su amigo Edward Said (que falleció en 2003) ya es suficiente prueba de convivencia y de integración: "Ellos han aprendido a escucharse y a convivir con el otro de manera tan natural que al momento de tocar son uno solo", dice Barenboim ancho de orgulloso.
Ojalá que cuando comience el diálogo de paz entre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, en quince días, puedan tomar algo de todo lo que estos jóvenes han sido capaces de hacer.
Publicado por: La Nación.
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