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jueves, 6 de mayo de 2010

"Y… los argentinos somos así"


Profesora Selva Olivera - Directora de Cultura Municipal.

No es la primera vez que dialogamos con Selva Olivera, desde ésta columna...pero si en ésta responsabilidad cultural.

Se ha visto el empuje y compromiso desde su área y para ésta fecha importante como es el aniversario del Bicentenario hemos compartido y discutido miradas como para que no nos pase como en otras fechas, un día mas en el calendario.

Nuestra ciudad de Gualeguay, la misma Provincia no estuvieron ajenas a aquellos emprendedores revolucionarios, tampoco en el Centenario de la Patria.

Debemos jerarquizar a éste 25 de Mayo y comenzar a repasar ese espíritu de compromisos, valentías.


¿Cómo acercar aquel 25 de Mayo a estos tiempos? ¿Cómo ubicarlo y dimensionarlo en el tiempo?

-Olivera: Llegando estas fechas, siempre se me da por reflexionar, no sólo sobre la importancia del día en sí, y su implicancia en la historia de los argentinos, sino en la propia conducta de este pueblo surgido como en alguna oportunidad dije: sobre contradicciones. Y la historia parece repetirse, casi circular, no ya “con visos de tragedia o drama sino como paso de comedia”.

Piense bien, qué discordancia, solemos hacer pie en disputas sobre supuestos históricos y no logramos pararnos en el verdadero conflicto, más allá, en la verdadera raíz del conflicto.

“Llovía”, dicen, o bien: “No llovía, eso es una falacia”. ¡Centramos la discusión en la lluvia! Y quedan de lado datos que por arrojados y significativos fueron el mismo germen de la Patria, las reuniones en tertulias, en la jabonería de Vieytes, propiedad del mismo Vieytes y de Nicolás Rodríguez Peña; la misma casa de Rodríguez Peña o el café de Marco (creo frente al colegio San Carlos), sedes de las reuniones de aquellos que desde 1809 comenzó a clamarse “partido patriota” (que luego en 1811 tomara visos mucho más agresivos con el nombre de Sociedad Patriótica). Una costumbre, la de las tertulias, por demás arraigadas en la época. Allí se tejieron las redes de la futura revolución, pensada y masticada hasta el cansancio. Entonces qué importa si llovió o no llovió, si la esencia pasa por algo más importante que una mañana lluviosa.

¿Cómo convencer, valorar decisiones; como identificarnos?

-Olivera: Y le digo más, nos desgastamos en vanas discusiones sobre el color de las cintas de mayo. “Blancas”, sostiene un sector (seguidores de la línea de French y Berutti). “Rojas y celestes” (celestes por los Borbones y rojas por la sangre de la revolución, según su fundamento), dice otro sector. Seguramente todos nos hemos dejado influenciar por una historia mitrista que inspiró a la conocida revista infantil, ésa de la famosa estampa de un pueblo engalanado en celeste y blanco, con palomas y todo.

Y no somos capaces de ver la grandeza de muchos de los hombres de mayo, gestores de una revolución única en el mundo, que no demandó ni una sola descarga de fusil, ni un solo corte de bayoneta. Era como nadar contra la corriente, y yo le agregaría: … y llegar a la otra orilla.

¿A cuántos todavía desde una simple curiosidad nos falta dimensionarlos?

-Olivera: El tiempo lo permite, la historia también. Belgrano, por ejemplo (del que se han tergiversado a gusto y paladar cuestiones de su vida privada y no de su verdadera grandeza), impaciente, casi desconocido por nosotros, que amenaza –refiriéndose a la desvinculación del virrey Cisneros- que si a las tres de la tarde no hubiera renunciado “a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas”, y trato de agudizar mi memoria para ser lo más textual posible en una cita tan vital para la historia. Saavedra y su pragmatismo, con todo el poder de las armas en sus hombros, con la responsabilidad absoluta de aceptar el cargo que se le confería con total compromiso y lealtad. Aún siendo resistido en sus ideas por muchos de los gestores de la causa. Representaba y representa, a mi entender, la punta de lanza, la cara visible de la revolución.

Moreno: dogmático, por muchos apodado “el jacobino”, por el emblema de sus ideas. Utópico, verborrágico, totalmente consustanciado con la “mascarada que nos llevaría a cortar los lazos con España seis años después, aunque él no lo pudo ver ni festejar.

French y Berutti, dejando de lado sus puestos de empleados comunes de la corona, para ser artífices de la idea primigenia. Con un papel que va mucho más allá de repartir cintas. Revolucionarios que se agrupaban bajo el nombre de lo que muchos historiadores han dado en llamar la “legión infernal” (si mal no recuerdo) y pedían, exigían, a gritos el cabildo abierto.

El mismo Castelli, tan presto en la cresta de la ola revolucionaria como escarnecido y degradado años después. O Vieytes, Rodríguez Peña, prestando sus propiedades para la gestión de la nueva causa. El mismo café de Marco, lugar de reunión de la estudiantina criolla, cerrado años después por los sucesos del cinco y seis de abril de 1811. Y me quedo corta porque me falta nombrar a muchos de los patriotas que llevaron a cabo en cuerpo y alma esta revolución.

Pero parece ser que los argentinos estamos empecinados en devanarnos los sesos sobre el color de las cintas. Siempre el árbol nos ha tapado el bosque.

Nos agotamos en discusiones sin sentido, vanas, inanes y no asumimos el meollo de la cuestión. Quizás porque es preferible “nadar en lo playito”, como dicen en el campo.

Le doy otro ejemplo, la disputa archiconocida sobre si había o no había paraguas, ¿sabe usted cuánta tinta se ha gastado en garrapatear respuestas basadas en no sé qué documentos?, ¿cuántas horas de aire? Incontables en lo que a mi experiencia respecta. Haga memoria y recuerde: la lluvia, las cintas y los paraguas parece ser todo lo que recordamos del 25 de mayo. Y la verdad, a mí no me interesan la lluvia, las cintas y los paraguas. Siempre me han interesado mucho más las voluntades, voluntades regidas por un pensamiento; voluntades de unidad; de libertad; hasta de utopías. Atreverse a pensar lo impensable, de hacer lo estrictamente imposible. Aún en la misma cara de los españoles, los franceses y los ingleses.

-¿Desde la sociología hoy serían verdaderos emprendedores? ¿Revolucionarios?

-Olivera: Piense usted que unos pocos criollos, con una estrategia loca, pudieron contra el carácter de una mayoría, y aún lograron que esa mayoría los apoyara. Que usaran una falacia de raíces bien escondidas, eso es otra cuestión.

Fundando una revolución que sólo se basó en la necesidad imperiosa de cortar vínculos con España sin que lo supiese, incluso, el mismísimo ciudadano español. Una revolución que sostuvo la “máscara” por seis años. Porque nuestra patria “nació” el 25 de mayo de 1810, pero recién en 1816 “la inscribimos en el registro civil”, por supuesto, siendo irónica al respecto.

Tenemos así un escenario auténticamente revolucionario pero a la vez pacífico, con un virrey que a pesar de haber creado un Tribunal de Vigilancia Política no pudo evitar la actividad conspirativa patriota que nos llevó a la revolución, ni su abandono del cargo por la puerta de atrás –y no sé por qué me acuerdo de algún suceso bastante reciente, no ya implicando una carroza virreinal sino un helicóptero-; tenemos un gobierno patrio (que en realidad era el segundo, porque la junta de primera instancia regida por el propio Cisneros fue rechazada y obligada a declinar en apenas un día); una junta que convoca a todos los diputados de las provincias constituidas hasta entonces y que se incorporan en diciembre del mismo año.

Pero esto no es todo, teniendo esta junta representativa, apenas dura un año en su quehacer dado que fue reemplazada por el Primer Triunvirato (también no hace mucho, en dos años tuvimos cuatro presidentes).

Pero con sus pro y con sus contras, marchas y contramarchas (y estoy usando lugares comunes), es el germen del mismísimo “gen argentino” como algún programa ha llamado acertadamente.

Entonces dejémonos de lluvia, cintas y paraguas, y que sea este BICENTENARIO coronado con una mirada realmente profunda al pensamiento y espíritu de mayo. A los hombres de mayo, a la raíz misma de la libertad de América Latina, y por qué no de su unidad e independencia.

Nuestra democracia (y soy una convencida de lo que digo), tiene su más antiguo antecedente en el soberano Cabildo Abierto (con un rol revolucionario decisivo), propulsado por Castelli y Martín Rodríguez. Allí, de alguna manera, aprendimos el ejercicio de escuchar. O mejor dicho, escuchar la voz del pueblo, para bien o para mal.

Nuestra democracia aprendió a fuerza de manos y voces en alto, en la puerta del cabildo y hasta de sus mismos balcones. Incluso, nuestra democracia aprendió de sucesos como la asonada del cinco y seis de abril de 1811, donde Saavedristas y Morenistas midieron fuerzas. Acontecimiento poco conocido de la historia argentina pero que tantas similitudes tiene con otros más cercanos en el tiempo.

Entonces, le digo: un poco contradictorios, utópicos y románticos, los argentinos hemos fundado una patria que recién empieza a caminar. Entonces, le reitero: no me importan las cintas, ni la lluvia, ni los paraguas; me importa ser argentina con estos maravillosos doscientos años en la espalda.

O quizás sea como dice Sarmiento en su Facundo, si no me falla la memoria: “He aquí explicado el enigma de la Revolución Argentina, cuyo primer tiro se disparó en 1810, y el último no ha sonado todavía".

Publicado por: El Debate Pregón

www.diariodebatepregon.com.ar

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